Un vital de cada día es ser la causa de tu sonrisa, me encanta verla nacer y como ese hoyuelo se dibuja solo por mí. Es como si en ese pequeño pozo pudieras sostener mi alma entera.

Me llena el pecho verte feliz.
Te amo mucho, mi Kolya.

Pienso que mi novio es el reflejo que siempre anhelé encontrar en el espejo, pero también lo que ese espejo jamás habría podido mostrarme: mi caos y mi abismo, la pasión que me desarma y la furia contenida que me vuelve viva. Es mi motivación, mi inspiración, el suspiro helado capaz de apaciguar mis latidos de fuego. Es el equilibrio imposible entre lo que quema y lo que calma, mi hogar en la tormenta y la fuerza que hace que todo en mí tenga sentido.

Porque alguien como tú, hecho de sombras hermosas y profundidad oscura, merece una compañera que lleve la luz justa para equilibrarte. Si tú eres la noche que envuelve, yo soy el resplandor que responde. No es vanidad: es armonía. Tu oscuridad y mi claridad se reconocen.

Mi valor emocional. Lo que siento, lo que me afecta y lo que me sostiene es sagrado para mí. Prefiero poner límites antes que permitir que alguien minimice o invada lo que llevo dentro. Mi mundo emocional no se toca sin respeto.

Un hábito que adopté es darle humor a las cosas. A veces, si no me río, termino llorando así que prefiero suavizarlo todo con un poco de risas. También aprendí a distinguir que merece realmente mi atención y qué no, porque no todo lo que pasa a mi alrededor necesita entrar en mi mundo interior. Y eso, al final, me ha dado mucha calma.

Sería un perfume floral y dulce, o como el rocío que se posa al amanecer. Suave, fresco y luminoso, algo que acaricia en lugar de imponerse.

Suelo observar como se expresa y como se comunica, esas pequeñas cosas que revelan más de lo que uno imagina. Y también presto atención a los valores que tiene marcados, los que guían sus acciones incluso en los detalles mínimos.

Me gustaría que descubrieran que no soy tan seria como a veces aparento. En realidad soy bastante simple, gentil y tengo una forma de ser que puede divertir o envolver con mucha ternura. Que detrás de mi calma hay una calidez sincera y que, si se quedan un poquito más, esa parte mía siempre termina asomando.

Bienvenida de regreso, florecita.
Me encuentro excelente, flotando entre nubes y con una alegría que nada ni nadie va a arrancarme. ¿Qué hay de ti?

Lo que más miedo me dio aceptar fue que no puedo contentar a todo el mundo. Siempre habrá una queja, una inconformidad, algún gesto que no encaje. Aprendí que mi responsabilidad es conmigo, con lo que necesito y con lo que me hace bien.

También acepté que no soy perfecta, que puedo fallar, que a veces tropiezo y que nada de eso me convierte en una mala persona. Al contrario, me hace humana y mucho más libre.

Quisiera aprender a tocar la guitarra y algún otro idioma.