Hey, un gusto. Antes de responder, me gustaría hacer una pequeña confesión: la razón principal por la que su cuenta llamó mi atención fue porque (sorprendentemente) mencionó mi flor favorita. Me resultó curioso, ya que no es común encontrar a alguien que la conozca, especialmente siendo una especie originaria del continente asiático. Me refiero a la «Lycoris radiata», aunque personalmente prefiero llamarla «Lirio araña rojo». Su forma es tan peculiar que me parecería un desperdicio no nombrarla como lo que sugiere: una araña en plena floración.

La primera vez que supe de su existencia, fue gracias a mi anime favorito: «Tokyo Ghoul». En la serie, esta flor aparece visualmente en momentos cruciales, acompañando las transiciones más profundas del protagonista: desde su transformación en ghoul hasta su renacimiento psicológico. Representa no solo el dolor y el sufrimiento de quienes atraviesan destinos trágicos, sino también el cambio interno y el desprendimiento de una identidad pasada. Lo que más me fascina de este lirio, es su simbolismo: esa delgada línea entre la vida y la muerte, la pérdida y el renacer, el dolor como recibimiento del cambio. Pero no hablo únicamente de una muerte contundente, sino de aquellas pequeñas muertes internas que, aunque invisibles, abren paso al crecimiento personal. Cada vez que algo muere dentro de nosotros, nace la posibilidad de una nueva versión: más fuerte, más consciente, más nuestra. En ese sentido, esta flor me recuerda que en todo final habita un principio, que todo duelo trae consigo una transformación. Hablando muy filosóficamente, me parece una sugerencia viva del viaje emocional hacia otra estancia del ser. Quizá, porque al final, todos somos como ella: figuras que caminan entre lo que fuimos y lo que seremos, demostrándonos que hay belleza en lo que cae, tanto como en lo que nace.

Buenas tardes, personita misteriosa. Pensando en su pregunta… creo que elegiría un lugar tranquilo. La persona en la que pienso siempre me ha dado esa sensación de calma desde que llegó a mi vida. Imagino una tarde al aire libre, en lo alto de una montaña, acostados entre el pasto y el cielo, viendo cómo las nubes se cruzan en silencio. Que el tiempo vuele entre risas y conversaciones sinceras, y que la noche nos sorprenda sin que nos demos cuenta. Más que el lugar, lo que lo haría inolvidable sería la compañía: un espacio donde podamos ser nosotros mismos, sin máscaras ni filtros. Donde podamos escucharnos sin prisa, hablar sin miedo y dejarnos ser. En medio de esa transparencia, decir lo que pesa y lo que late, con la brutal honestidad que solo se permite cuando el vínculo es sincero, haciendo que ese instante se quedara guardado en el corazón de ambos, porque compartimos algo muy nuestro: esa forma de sentir el mundo con el corazón.

¿Por qué creo que esta ha sido la mejor pregunta que he recibido hasta ahora? Tocó una fibra muy sensible en mi corazón y, aunque no haya tenido ni la menor idea de ello, se lo agradezco enormemente. Tal como pienso que intuye, si pudiera elegir un símbolo que me represente, llevaría una luna con una pequeña estrella sobre el pecho. Aunque, si nos apegamos al formato original, siempre me he sentido fuertemente identificado con «grumpy». El ceño fruncido y los brazos cruzados son expresiones que utilizo muy a menudo. Me quedaría con ese color azul entre eléctrico y cobalto, un azul muy intenso, casi imposible de ignorar. Seriamente dudaría mucho en que alguien quisiera abrazarme por la primera impresión que doy y, afortunadamente yo tampoco me sentiría cómodo recibiendo un abrazo. Me cuesta la cercanía física cuando no existe un lazo genuino, cuando no hay una intención verdadera. Me gustaría imaginar que un primer gruñido, que eventualmente termina cediendo en un «estoy molesto… pero cálido por dentro» se transformaría en una melodía típica de cajita musical: un tono melancólico y ligero, notas descendentes suaves como si transmitiera suspiros, la calidez de un piano suave y cuerdas apenas perceptibles, algo que suene como si por un momento el mundo fluyera más lento. Una melodía que finaliza envolviéndote por lo hogareña que se siente. Porque pienso firmemente que, los abrazos que doy (y entrego con el alma), se sienten como «casa».

Agradezco mucho su pregunta, sinceramente es algo de lo que me gusta hablar aunque rara vez lo comparto. Tiene razón con que me siento representado por ella (en una parte), me veo en esa manera de existir: en silencio, constante, con una tristeza y melancolía, casi invisible pero también con una calidez que fácilmente transmite. Tan llena de fases, a veces completa, brillante, presente. Otras apenas asomándose, como si necesitara esconderse un poco del mundo. Y yo, de algún modo, me reconozco en ese vaivén. Durante mucho tiempo (y todavía hoy) fue mi compañía más fiel, incluso la única que tenía cuando no había nada más. Cuando todo se apagaba, cuando me sentía solo, me escuchaba en silencio y eso me bastaba. Me gusta sentir que tenemos una conexión que va más allá de todo, que nos entendemos mutuamente y que ambos aprendimos a prevalecer, incluso en la soledad.