Tú también me agradas, mucho-mucho. Y me gusta la primavera, adoro el clima y la forma en la que se tiñe el paisaje, aunque la vida me castigue y me prive de disfrutarla como desearía. Para ser más específica, la transición del invierno a esta sería mi época favorita si debo ilustrar mis preferencias más sólidas. El sol de agosto, el comienzo de septiembre.

¿Nos conocemos?

Me has convertido en una coleccionista de todas las maneras en las que la belleza se personifica en ti, haciéndola tuya, volviéndola tan propia. Y, como si de saciar mi sed se tratase, me dejas verla y palparla cada día. Me desarmo de amor, me desarmo en la necesidad de mantenerme enlazada a ti más allá de lo físico a cada hora y con la condición de que sea eterno.

Las doce del día, siempre y cuando haga frío pero esté soleado, si hablo de tiempos específicos para contestar a la pregunta… Mi hora favorita, con todo el ánimo de sonar empalagosa, es cuando tengo la posibilidad de pegarme a mi novio sin que ninguna de sus ocupaciones nos separe.