Buenas noches, Ciprés. Siempre es un placer hablar con vos 🖤
Para ser completamente honesto con vos, pienso en esa canción y en su significado todos los días. No hay un solo día en el que no me cuestione si soy una buena o mala persona, si mis acciones están alineadas con lo que quiero ser, si estoy creciendo o si, sin darme cuenta, estoy volviendo hacia atrás. Me hace pensar en si realmente creo que la gente cambia con el tiempo, en cómo juzgamos a los demás… pero también en cómo nos juzgamos a nosotros mismos.
La letra me parece hermosa y demasiado real. Es honesta sin ser dramática, sensible sin caer en el victimismo. Y la verdad, siento que todo lo que escribe él tiene esa cualidad. Me identifico muchísimo con su visión del mundo, con esa mezcla de introspección, crudeza y esperanza.
Desde mi experiencia como persona, puedo decir que pasé por todas esas etapas. Hubo momentos en los que actué de maneras que me dolieron incluso a mí, que me hicieron abrir los ojos, cuestionar todo, pedir perdón y tratar de acercarme a una versión de mí mismo con la que hoy me siento un poco más en paz.
Te estoy escribiendo un testamento, pero en pocas palabras: esa canción me acompaña. Es como un espejo que no juzga, solo te muestra. Y a veces, eso es justo lo que uno necesita.
No perdonaría una traición. Y no me refiero solamente a lo físico, sino a algo más profundo: cuando alguien se aprovecha de mi confianza, juega con mi vulnerabilidad, desvaloriza lo que entregué con todo el corazón o minimiza lo que siento. Ese tipo de traición deja marcas que no se ven, pero que pesan. Ya no estoy dispuesto a tolerar algo así. Porque ahora sí me amo.
Y sí, creo en la vida después de la muerte. Siento que lo único que dejamos atrás es el cuerpo. Nuestra alma sigue su camino, sigue aprendiendo… pero también enseñando. Todo lo que vivimos acá deja un eco que continúa, no se apaga y se transforma.