Buenas noches, escriba de tinta misteriosa. ♡

No tengo nada de qué disculparle, pues en realidad bromeaba al decirle aquello. Sé que no era un regaño, más bien me resultó gracioso que aquello se me notara, específicamente ante sus ojos. Que fuese evidente que habito una jaula sin puerta —porque las palabras jamás serán prisión sino libertad— de letras, refugiada en el amor que leo. Aquí le pregunto: ¿le gusta el romance? La manera tan cautivadora en la que se expresa, me atrevo a decir, lo delata un poco. O bien, me sorprendería que quien experimenta ternura y volca su corazón en la escritura no se conmoviera con ese género. (Paréntesis, literalmente, para también indagar: ¿qué otros géneros serían sus favoritos?)

Cómo osa hacerme preguntas que me dejan sin habla, con las mejillas coloradas y la interrogante, que como en las caricaturas, salta de lado a lado sobre mi cabeza: ¿quién está detrás de estos vocablos tan acogedores? Por otra parte, ¡cuán precioso es que ame escribir! Chillo de emoción, realmente me encantaría leer más de usted y sobre usted (a todo esto, ¿le gusta este trato o preferiría el tuteo?). Mi corazón, si bien está en la lectura, también se encuentra al tocar el piano con las notas envolviéndome como si danzaran al darles vida, y en todo tipo de audiovisuales. En sí, mi corazón está en las historias, estimado anónimo.

NWSÑWDÑWA. Primero: me avergoncé otra vez, de buen agrado. Segundo: me trajo el recuerdo de «ese» beso y otra vez estoy retorciéndome (le cuento: acabo de llegar al epílogo, así que han sucedido más cosas que me han llevado a hacer una pausa, patalear, suspirar y demás). Tercero: quisiera hacerle más preguntas, pero por lo pronto la que más me inquieta: ¿cuándo podré darle rostro a su tinta?