Ay, Noé… desde que encontré tu cuenta por azar no he podido evitar observarte y, créeme, me has dejado embelesada hasta el punto de volverte protagonista de mis fantasías más íntimas. Con tanto gusto podría ser esa mujercita que reinvente el amor a tu lado y te ame con toda la ternura que guarda en su ser, pero sé que algo así no nace solo de una ilusión: requiere dos corazones latiendo al unísono, y también el permiso de entrar en tu mundo con esa intención.
No me atrevería a pedírtelo de manera directa, no todavía o al menos hasta que podamos dialogar más y ver cómo fluimos. Pero quiero que sepas que tienes una admiradora silenciosa más, alguien que te sueña y que anhela recorrer tus tierras, tanto internas como externas, de la manera más bella, apasionada y genuina.
Leí esto minutos después de recibirlo, y horas después, sigo sin saber exactamente de qué manera responder a semejantes palabras y tan repentina confesión. Me siento asombrado, curioso, ruborizado, incrédulo incluso, porque es impresionante que me mires de tal forma y lo expreses de una manera tan llenadora.
Encuentro tan lindo que admitas el desear la reciprocidad, y ser consciente de que debe existir el sentir de ambos lados para que pueda funcionar y porque sé que debes desearlo así.
No puedo decir más allá de eso, puesto que no sé quién se encuentra detrás de tan bonitas palabras, pero me queda agradecerte por el tiempo, por expresarte ante mí y por compartirme tu sentir.
Tus palabras son reconfortantes, tienen algo que se sienten como un apapacho y me gusta; ven siempre que desees y dame la oportunidad de leerte también.
Ya el resto el tiempo lo dirá.
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