Hola, antes que nada te aconsejaría (si es que me estás pidiendo un consejo) algo demasiado simple: no vuelvas con tu ex porque claramente no viviste una relación que cubría tus necesidades afectivas. No hay más que eso, en ese sentido.

Por otro lado, la gente habla de reciprocidad con demasiada facilidad, como si fuera una simple transacción: ‘tú me das, yo te doy’. Pero esa visión es superficial, limitada. La verdadera reciprocidad no se mide en equivalencias exactas, sino en comprensión y voluntad. No se trata de devolver lo que tú crees que es justo, sino de entregar aquello que el otro necesita desde un lugar sincero.
Si alguien necesita espacio, se le ofrece paciencia. Si necesita apoyo, se le brinda presencia. Si anhela cuidado, se le acompaña con ternura. Eso es reciprocidad: no espejear tus actos, sino interesarte lo suficiente en el otro como para entender cómo se siente amado, valorado, acompañado. Y aquí entra la lealtad, no solo como fidelidad hacia una persona, sino como coherencia hacia el vínculo, hacia lo que ambos construyen. Porque no hay reciprocidad sin lealtad emocional. No puedes decir que amas si solo estás ahí cuando te conviene, si desapareces cuando el otro cae o si tu compromiso se activa solo cuando sientes que estás perdiendo algo.
La verdadera lealtad no florece en la ausencia de opciones, florece en la constancia, en el deseo genuino de quedarse, de cuidar, de respetar incluso en lo invisible. Qué fácil es hablar de amor, de entrega y de reciprocidad, cuando en realidad no se tomó ni un segundo en conocer al otro más allá de lo que tú esperabas recibir.